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Migration Gravel Race 2024: Cuando acabar ya es un logro

Varios participantes de anteriores ediciones nos advirtieron de la dureza del terreno. Llegamos a Kenia una semana antes del evento para, en parte, aclimatarnos a la altitud y poner nuestro material a prueba. Aun así, lo que tuvimos que afrontar durante la Migration Gravel Race superó cualquier expectativa y nos obligó a darlo todo para cruzar la meta tras cuatro etapas brutalmente duras.

La Migration Gravel Race, que actualmente es uno de los cinco eventos de la categoría Global de las Gravel Earth Series, tuvo lugar por primera vez en 2021, y después de tres ediciones siguiendo el evento a distancia, este año estuvimos en la salida junto con otros 230 corredores. Una mezcla de talento local, entusiastas del gravel y gente con ganas de embarcarse en una aventura que va más allá del componente deportivo.

La mayoría de nosotros ya pudimos comprobar qué se siente al rodar en bicicleta en África Oriental al participar en la Safari Gravel Race el fin de semana anterior, parte de la UCI Gravel World Series. Sin embargo, mientras que la carrera de un día tuvo lugar en el Parque Nacional Hell’s Gate en Naivasha, donde encontramos muchos senderos arenosos, la Migration Gravel Race se desarrolló dentro de la reserva natural de Masai Mara, en la frontera con Tanzania. Dos lugares separados por un viaje en autobús pero a la vez muy diferentes.

Ese shuttle nos dio una idea de las condiciones del terreno. Era tan accidentado y con tantos baches que el camión que transportaba las bicicletas y maletas voluminosas se quedó encallado no una sino dos veces. Después del agitado viaje, llegamos al campamento inicial situado junto al río Mara. Durante los próximos cuatro días, del 18 al 21 de junio, someteríamos nuestra bicicleta a la mayor prueba hasta la fecha.

Una de las novedades de este año fue la introducción de una versión «Zebra» de la carrera. Los participantes inscritos en el itinerario Zebra afrontarían jornadas más cortas en bicicleta, lo que les permitiría pasar más tiempo en el campamento y ampliar el perfil de los ciclistas presentes en la carrera. El resto seguiría la versión completa o también llamada “Leopard”.

Una vez que todos pasamos por el punto de inscripción y montamos nuestras bicicletas, comenzó la sesión informativa de la carrera. Todo, desde la descripción de las etapas hasta los aspectos logísticos, fue claramente explicado, y cuando los organizadores iban a acabar su discurso, comenzó una fuerte lluvia. No sabíamos el impacto que tendría, pero estaba claro que el terreno no se secaría a tiempo.

Etapa 1 | Barrizal inesperado

Alarma a las 5.15 a.m. Hacer cola para desayunar. Llenar bidones y mochila de hidratación. Cambiarnos. Calentar (esta parte sólo duró un día, ya que para las siguientes etapas exprimimos al máximo nuestro tiempo dentro de la tienda de campaña). Salida a las 7.30 horas. Y luego montar en bicicleta durante un promedio de 7 horas al día. Una rutina saludable, ¿eh? Terminamos acostumbrándonos, pero en la etapa inicial todavía estábamos tratando de descubrir dónde estábamos. El barro espeso que encontramos sobre el km 20 nos sacaría aún más de nuestra zona de confort.

Los primeros charcos estaban bien y se podían evitar eligiendo una trazada diferente. Poco después, no había elección posible. Tuvimos que montar o caminar sobre algo que se parecía más a arcilla, sin que nuestras ruedas pudieran seguir girando. Quitar el barro no fue realmente efectivo, ya que lo que había más adelante era más de lo mismo. «Nunca he estado en esta situación, ¿qué debo hacer?», pensamos. Otros, sin embargo, fueron más explícitos. «¡Porca troia!» gritó a nuestro lado Federico Damiani de Enough CC.

Miramos a los demás para ver qué hacían y, al parecer, lo mejor era llevar la bici a cuestas, hundiendo las piernas en el barro e intentando llegar al otro lado, donde pararíamos un buen puñado de minutos para evaluar los daños causados.

Era como un videojuego, donde cada nivel tenía sus propios desafíos. Después del barro, llegó el momento del fuerte viento en contra, que se prolongó durante más de dos horas. Esos son los riesgos de las rutas que van en un solo sentido… Las cosas no cambiaron mucho en el restante de la etapa, y nuestro pensamiento general mientras contábamos los kilómetros, fue algo así como «si ya estoy tan agotado antes de terminar la etapa 1, ¿cómo haré para afrontar el resto de los días?»

Llegamos al campamento, donde ya había un gran montón de bicicletas sucias que exigían ser limpiadas. Los mecánicos, masajistas y toda la comunidad masai local implicada en cuidarnos en el campamento pasarían el resto del día, y gran parte de la noche, asegurándose de que nos recuperáramos lo máximo posible del esfuerzo realizado. Se podrían escribir muchos libros sobre lo que vivimos ese día, y eso que fue la primera de las cuatro etapas.

Etapa 2 | Carrera a +2.600 m de altitud

Los primeros cuatro kilómetros de la segunda etapa eran neutralizados por el estrecho camino en sentido descendente, pero en cuanto llegamos a un tramo de tierra mucho más ancho se dio la salida oficial.

El siguiente tramo se caracterizó por el polvo que nos impedía ver lo que había tres metros delante de nosotros y nos hizo pensar si era más arriesgado ir en grupo confiando nuestra integridad física al ciclista de delante, o ir en solitario para así tener un poco más de tiempo para reaccionar.

Evitamos las diferentes caídas que se sucedieron delante de nosotros y comenzamos a afrontar la subida principal del día, con una longitud de 18 kilómetros y una cima a 2.630 metros de desnivel. La primera mitad fue sobre gravel suave y las pendientes eran asequibles, pero tan pronto como giramos a la derecha después del primer avituallamiento, el camino se volvió más empinado y estrecho.

Poco después de alcanzar la cima de la subida, comenzamos un tramo de 50 km de single- y double-track, incluyendo varios tramos técnicos y cruces de agua. Un sube y baja sin tiempo para recuperar, que sinceramente creemos que fue demasiado para bicis sin suspensión.

No fue hasta el segundo avituallamiento, situado en el kilómetro 114, que encontramos de nuevo caminos ciclables, y esta vez lo que nos impidió mantener un ritmo constante fueron las numerosas vacas y ovejas que tuvimos que sortear. No fue la fauna salvaje que esperábamos encontrarnos.

Con dolor de espalda y piernas cansadas llegamos al campamento donde pasaríamos las siguientes dos noches. Mucha gente llegó antes que nosotros, algunos simplemente porque eran más rápidos que nosotros y otros porque tomaron la vía de escape que les facilitaron los organizadores, conscientes de la dureza de la etapa. Nos dijeron que el 50% de los participantes del itinerario Leopard se decantaron por este atajo.

Después de 9 horas de ruta, y teniendo en cuenta que en Kenia la puesta de sol es alrededor de las 7 de la tarde durante todo el año, la luz del día ya era escasa una vez nos acabamos de asear en las primitivas duchas del campamento. Al menos nos sentimos un poco aliviados cuando Mikel, líder del proyecto Amani y uno de los organizadores del evento, reconoció durante la ceremonia del podio que esta edición estaba siendo la más dura hasta la fecha.

Etapa 3 | El gravel que nos gusta

Pudimos escuchar la lluvia golpear nuestras tiendas de campaña durante la noche anterior a la etapa 3, y fue solo a la mañana siguiente que recordamos que habíamos dejado nuestra ropa y zapatos afuera para que se secaran. No fue el comienzo deseado del día.

Ese campamento estaba situado a 2.300 metros de altitud, algo que debimos tener en cuenta a la hora de decidir qué prendas traer a Kenya. Hacía bastante frío, con una espesa niebla que sólo se disipó unos minutos antes de la salida.

Esperamos hasta el último minuto para abandonar nuestra acogedora tienda y colocarnos en la línea de salida. Dada nuestra posición en la general, no hacía falta intentar encontrar un hueco en primera línea. Además mucha gente no empezaría ese día, sufriendo las consecuencias de los dos días anteriores de carrera, así que había espacio para todos. Aún así, logramos olvidarnos nuestros guantes, algo que no deseas cuando se avecina otro día lleno de baches.

La etapa 3 transcurrió principalmente por gravel, el gravel de verdad. Eso facilitó velocidades más altas y mejores sensaciones durante el día, algo que todos recibimos con los brazos abiertos. Siempre recordaremos el segmento en la primera parte del día en el que, mientras rodábamos por una zona expuesta en una especie de meseta, vimos decenas de ñus en su interminable migración desde el Masai Mara al Serengeti y viceversa. En caso de que aún no te hayas dado cuenta, de ahí proviene el nombre del evento.

A diferencia de las otras etapas, que iban del punto A al punto B, el recorrido de ese día era circular. Conscientes de ello, optamos por ser conservadores durante la primera mitad de la etapa, donde disfrutamos de un buen viento de cola, porque sabíamos que luego se convertiría en viento de cara de vuelta al campamento.

A lo largo del recorrido nos cruzamos con centenares de niños gritando «¡Jambo!», lo que hizo que nuestro día en el sillín fuera aún más agradable. Sin embargo, fue un esfuerzo largo y, después de superar varias subidas cortas consecutivas en la última parte de la etapa, terminamos justo por encima de las 7 horas de pedaleo.

Etapa 4 | No precisamente un paseo final

La última etapa iba a ser una tarea difícil para los Zebras (en referencia a los participantes que eligieron la versión Zebra del evento) y para aquellos que afrontaban las consecuencias del cansancio acumulado. No había atajos posibles y todos tuvimos que recorrer los 140 kilómetros que nos separaban del último campamento. Lo bueno es que las condiciones meteorológicas estuvieron de nuestro lado y la previsión era cielo sin nubes, temperaturas suaves y viento de cola durante todo el camino.

No hemos hablado mucho de la situación en la parte alta de la Clasificación General, y la verdad es que la situación a falta de un día para acabar era emocionante. Sarah Sturm era la favorita para mantener su primer lugar, y tanto Louise Valentin como Maddy Nutt tenían asegurada su posición en el podio.

En cuanto a los hombres, la diferencia entre Mattia de Marchi y Hans Becking fue de 8 minutos. El mountainbiker holandés ya había reducido su desventaja en la etapa anterior, por lo que estaba con ganas de arrebatar el trono al corredor de Enough CC y regresar a casa con la victoria general bajo el brazo.

Para ello encontró un buen aliado en Lukas Baum, vencedor en la anterior edición, quien tuvo problemas en la etapa 1 pero consiguió la victoria en las dos etapas siguientes. Impusieron un ritmo vertiginoso desde la salida y consiguieron distanciar al líder, que acabaría perdiendo el maillot distintivo pese a darlo todo en el grupo perseguidor junto a Chad Haga.

Un par de horas más tarde cruzamos la línea. Un día fácil sobre el papel resultó ser una pesadilla para nosotros dadas todas las desgracias que tuvimos que superar. Problemas estomacales y varios pinchazos pusieron en peligro nuestra participación, pero nuestro deseo de obtener el cinturón de finalista fue mayor que la frustración que experimentamos.

Un emotivo final

Allí estábamos, en la entrega de premios final siendo homenajeados como uno de los 45 participantes que hicieron todas las etapas en su totalidad. Quién hubiera pensado que consideraríamos «simplemente» terminar como un logro notable, una victoria en términos relativos, pero la verdad es que esta edición de la Migration Gravel Race fue uno de los mayores desafíos a los que tanto nosotros como el resto de corredores registrados nos hayamos enfrentado jamás.

A lo largo de este artículo nos hemos centrado principalmente en la parte sobre la bicicleta, pero queremos resaltar que el evento va más allá de lo relacionado con la competición. Conocimos personas con ideas afines y compartimos todo tipo de momentos con ellas. También podemos considerarnos afortunados porque vimos algunos de los animales más bellos del mundo mientras practicamos el deporte que amamos. Descubrimos la cultura del este de África, con algunas similitudes pero muchas, muchas diferencias respecto a lo que estamos acostumbrados. Este evento nos puso fuera de nuestra zona de confort, y es una sensación que realmente nos gustó.